Cuando la luz penetra en la conciencia, grandes cambios pueden producirse, e incluso convulsiones, producidas por el necesario reajuste de todo cuanto configura nuestra manifestación física. El escenario que nos rodea se transforma.
Cuando luz y materia entran en contacto, el conflicto está servido, a menos que hagamos llevado a cabo un profundo proceso de transformación interno o transmutación de nuestra conciencia. Aún así, la resistencia de la materia a perder su dominio y su identidad producirán necesariamente una situación de lucha que tendremos que afrontar.
¿Cómo purificar la materia y así permitir que la conciencia ascienda un peldaño más? Únicamente mediante el fuego purificador que, a modo de herrero, podrá moldear adecuadamente a la materia para convertirla en buena transmisora de luz y al mismo tiempo eliminar las impurezas que, formando parte del pasado y por lo tanto de aquello hacia lo que ya no tenemos que volver, nos permitirá dirigirnos firmemente hacia la Luz, que es nuestra Luz.